Ca. 1835. John Stuart Mill y Helen Taylor, hija de Harriet Taylor, ambas colaboradoras del trabajo de Mill. |
Un espacio para construir, discutir y difundir ideas sociales y políticas coherentes. Bienvenidos.
26 de septiembre de 2013
La justicia liberal y las mujeres
19 de septiembre de 2013
El paradigma del progreso en la filosofía política (Segunda parte)
Por
Ron
III
El enigma de la hora (1911), de Giorgio de Chirico. |
13 de septiembre de 2013
El paradigma del progreso en la filosofía política (Primera parte)
Por
Ron
American Progress (John Gast, ca. 1872.) |
Una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a interesarme en la filosofía política fue el progresivo abandono que sufrió ésta disciplina desde principios del s. XX para ser eventualmente reemplazada por filosofía crítica de la sociedad y para ceder terreno al científico social.[1] Me sorprendía cómo es que las construcciones políticas más interesantes nacidas en el seno de la ilustración tales como la soberanía popular, la igualdad política, los principios liberales o el estado republicano fueran entendidas como falsas ilusiones sin más mediaciones críticas que su simple rechazo. Rechazo producido por la cosmovisión que articula cierta concepción de la política, el mercado, la sociedad desde una teoría del poder que reivindica el antagonismo fundamental entre los miembros de las sociedades contemporáneas. Mientras profundizaba mis conocimientos sobre el derecho había algo que notaba con mayor frecuencia en la medida que abordaba materias propiamente técnicas. Las ficciones de la filosofía política y del derecho sólo servían ahora para ilustrar de forma decadente la evolución de los sistemas contemporáneos cristalizados. Estos a su vez se han independizado de los actores y ya no tienen relación con la autonomía, ni con la libertad individual. La cátedra e incluso otros estudiantes no mostraban entusiasmo por la historia de las ideas, ni tampoco había en sus aproximaciones académicas la efervescencia de la innovación teorética o alguna forma de horizonte político. Todas estas señales me invitaron a pensar en la existencia de un hilo conductor para esta situación en la que al s. XXI le toca hacerse cargo de su tiempo y de su herencia histórica.
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